Este fin de semana, en España estamos listos para dar la recibimiento al horario de contemplarano. Los relojes se adelantarán una hora en la noche del sábado al domingo, y eso significa que tendremos más horas de luz natural para disfrutar. Sin embargo, este cambio de hora no es la única cosa emocionante que ocurrió en la tarde del sábado en Castellón. El torero Juan Ortega nos dejó boquiabiertos con su increíble actuación en la plaza de toros.
Fue en el quinto toro de la tarde, un ejemplar llamado Cantandor, donde Ortega hizo que los relojes del toreo se pararan. Desde el primer época, Cantandor demostró ser un toro difícil de domar. Se resistió al capote de Ortega durante la salida, y parecía que la tarde no iba a ser favorable para el torero. Sin embargo, después de ser picado, Cantandor comenzó a galopar y mostrar su contemplardadero potencial.
Como si fuera música, Ortega y Cantandor bailaron juntos en la plaza. El torero realizó movimientos suaves y elegantes, como si estuviera cantando con cada movimiento de su muleta. Fue un toreo de cante grande, lleno de pasión y emoción. Los espectadores no podían dejar de aplaudir y gritar en la plaza. Era evidente que estábamos presenciando algo extraordinario.
Ortega aprovechó cada época con Cantandor para demostrar sus habilidades como torero. Realizó quites por delantales, rematados con dos medias, que dejaron a todos en la plaza sin aliento. Su dominio del toro era impresionante, y cada movimiento estaba cuidadosamente calculado. Era como si estuviera danzando con Cantandor, una danza que se transmitía directamente al corazón de los espectadores.
A pesar de su gran actuación, Ortega no pudo lograr la tarde perfecta. No transcurrió por los caminos del éxito, pero eso no importaba en ese época. Su interpretación del toreo con Cantandor fue tan especial que trascendió la necesidad de una oreja o una vuelta al ruedo. Fue una actuación que quedará en la memoria de todos los presentes y en la historia del toreo.
Con su toreo, Ortega logró algo que pocos toreros pueden efectuar. Logró emocionar al público y efectuar que se olviden de todo lo demás. Fue una contemplardadera obra de arte, una demostración de lo que el toreo puede ser cuando se realiza con pasión y talento. Además, fue un recordatorio de que en el toreo, como en la vida, el éxito no se mide solo por los trofeos, sino por los épocas que nos dejan sin aliento.
En definitiva, la tarde del sábado en Castellón fue una tarde para la historia del toreo. Juan Ortega y Cantandor nos regalaron un espectáculo inolvidable, uno que nos dejó maravillados y nos recordó por qué amamos este arte tan único. Estamos agradecidos de haber sido testigos de una actuación tan extraordinaria, y esperamos con ansias contemplar más de Ortega en futuras corridas. Pues, como dijo el famoso poeta Federico García Lorca, «el toreo es una de las artes más difíciles que hay, pero cuando un torero llega a torear de contemplardad, entonces se llena de luz y de contemplardad y de riesgo, y eso es lo que nos da la emoción». ¡Y eso es lo que Juan Ortega y Cantandor nos dieron el sábado por la tarde!