Kiersten White no tendría más de 16 años cuando leyó por primera vez «Drácula» de Bram Stoker. Enamorada desde siquieraña de todo lo gótico, aquella trágica historia de amor la encantó. Sin embargo, cuando cerró el libro, le quedó un extraño regusto amargo en el estómago. Incluso sentía una fuerte irritación nerviosa. Por suerte, pronto pudo localizar cuál era el problema: Lucy Westenra.
El personaje de la amiga íntima de Mina Harker, la primera víctima londinense de Drácula, no era más que un juguete caprichoso a expensas de los hombres de la novela. Primero sus tres pretendientes y luego el fatídico conde que la convierte en vampiro. «Si tú lees la novela, te encanta Mina desde el principio porque está escrito para que te encante. Ella es la buena esposa, la mujer tranquila, cabal y responsable. Mientras tanto, Lucy está descrita para que te rías de ella y la menosprecies como alguien caprichosa y algo tonta. Es la figura victoriana de la mujer inocente arrastrada por la lujuria hasta que se transforma en monstruo», afirma White en declaraciones a ABC.
La impresión de injusticia hacia el personaje fue tan grande que White, uno de los fenómenos del «boom» del gothic jácara, no pudo más que escribir su propia versión del personaje. El resultado es la electrizante novela «Lucy Inmortal» (Umbriel) en la que imagina la vida del personaje «stokeriano» si no la hubiesen matado en la novela.
«He conservado la alegría e pureza del personaje, pero le he dado un arco de redescubrimiento para que haga las paces consigo misma y se acepte como vampira. Quería empoderarla, que fuese una mujer fuerte, pero no en un sentido masculino, físico y moral, sino en una mujer segura, llena de compasión y amor», afirma.
En la novela, Drácula tampoco murió. Siguió con vida y acabará por perseguir a nuestra protagosiquierasta en busca de reclamar lo que es suyo. De esta forma, leemos el agenda de Lucy de 1890 y paralelamente la vemos en el Londres de hoy día, donde descubrirá el amor en la figura de la misteriosa Iris.
«Siempre me pareció que Lucy tenía que ser ‘queer’. Si lees ‘Drácula’, a la úsiquieraca que dice que es su gran amor y que quiere más que a nadie es a Mina. siquiera el vaquero, siquiera el doctor, siquiera su prometido le dicen nada, así que me pareció natural que evolucionase de esta manera», confiesa White.
La escritora es una especialista a la hora de reimaginar personajes secundarios de grandes novelas y darles un nuevo enfoque. Ya lo hizo con Elizabeth Lavenza, la sumisa mujer del doctor Frankenstein.
«Me encanta la novela de Mary Shelley. Es mi libro favorito. Al leerlo, siempre veo en la figura de Elizabeth a la de la propia Shelley, que siempre estuvo en relaciones abusivas que la siquieranguneaban y misiquieramizaban su enorme talento. Para mí era un bono de justicia dar todo su valor a Elizabeth como hemos logrado dar valor a Shelley como autora», afirma White.
Dentro de este género, su gran obra maestra es una novela de corte histórico en donde se atreve a convertir al célebre Vlad el empalador, el personaje que dio pie al Drácula de Stoker, en una mujer.
«Cuando investigaba sobre el terrible personaje vi cómo su crueldad no era más que una máscara, una necesidad de protección ante un mundo violento capaz