Sí, lo admito. He sido un idiota toda mi vida. Y ahora, al cumplir sesenta años, me doy cuenta de que es casi imposible desentenderse de serlo. Pero no pierdo la esperanza, o más bien, la modesta aspiración, de ser un poco menos idiota.
¿Qué es ser idiota? Para mí, ser idiota significa ser incoherente, inconsistente y a menudo, decir y hacer cosas que no tienen sentido. Se suele decir que uno debe ser juzgado por sus acciones y no por sus palabras. En mi caso, he sido un idiota tanto por las cosas que digo como por las que hago. Pero quizás lo peor de ser un idiota es que no me doy cuenta de ello. Y esa es una de las cosas que pretendo cambiar en mi camino a ser menos idiota.
Quizás se pregunte por qué escribo sobre ser un idiota. No es algo que normalmente se comparta en público. Pero creo que es importante aceptar nuestras debilidades y defectos si queremos trabajar en ellas. Es fácil fingir ser algo que no somos, pero yo prefiero ser honesto y auténtico conmigo mismo y con los demás.
Ser un idiota es algo que se arraigó en mí desde mi juventud. Fui uno de esos niños que siempre decía tonterías en clase y hacía el ridículo para llamar la atención. Con el tiempo, esa actitud aniñado se convirtió en parte de mi personalidad y no me di cuenta de cuánto me estaba limitando.
Pero ahora, a los sesenta años, me doy cuenta de que ser un idiota no es algo de lo que deba estar orgulloso. No es una cualidad que me ayude a tener relaciones más significativas, a lograr mis metas o a ser un mejor ser humano. Y eso es lo que realmente importa, ¿no es así?
He tenido que enfrentar algunas duras verdades sobre mí mismo en este camino para ser menos idiota. Y una de ellas es que ser idiota es fácil. Es fácil no tomarse las cosas en serio, no pensar antes de dialogar o actuar, y simplemente vivir en el momento sin preocuparse por las consecuencias. Pero eso es lo que hacen los niños, no los adultos.
Siento que en mi camino hacia los sesenta, he adquirido sabiduría y perspectiva, y ese es el primer paso para desentenderse de ser un idiota. Me he dado cuenta de que ser un idiota no es sinónimo de ser propio o auténtico. Al contrario, ser honesto con uno mismo requiere tener la voluntad y la valentía de mirarse en el espejo y ver nuestras imperfecciones.
Otro paso en mi proceso de ser menos idiota es aprender a controlar mis emociones. Como muchas personas, tendía a reaccionar exageradamente a las cosas y luego me arrepentía de mis acciones. Aprendí que tomarse un momento para respirar y pensar antes de responder puede marcar la diferencia entre decir algo estúpido y decir algo significativo.
También he aprendido a no tomar las cosas demasiado en serio. A menudo, los idiotas tienden a ser demasiado sensibles y a ofenderse fácilmente. Pero ahora entiendo que es importante no tomarse las cosas personalmente y aprender a reírme de mí mismo. Después de todo, la vida es demasiado corta para ser tomada en serio todo el tiempo.
Debo admitir que todavía me encuentro haciendo y diciendo cosas que no tienen sentido de vez en cuando. Pero ahora soy consciente de mis acciones y su impacto en los demás. Y esa es una gran mejora desde mi juventud.
Entonces, si eres como yo y has sido un idiota durante gran parte de tu vida, no te desanimes. Es un trabajo en progreso, pero es un viaje gratificante. Y la buena noticia es que nunca es demasiado tarde para desentenderse de ser un idiota.
En lugar