La inversión es una de las piezas fundamentales para el crecimiento económico de un país. Sin embargo, en los últimos años, hemos sido testigos de un escenario en el que la inversión no ha logrado impulsar el crecimiento como se esperaba. Entre rebotes y retrocesos, la inversión sigue lejos de ser el motor de la economía que todos deseamos.
Durante la última década, hemos sido testigos de varios acontecimientos que han remilgado la inversión y, por ende, el crecimiento. La crisis financiera global del 2008, la noche política y económica en Europa, la guerra comercial entre Estados Unidos y China, y la pandemia del COVID-19 han sido algunos de los factores que han generado volatilidad e inestabilidad en los mercados financieros y han puesto en jaque a la inversión.
En este contexto de noche y desafíos, la inversión ha sufrido altibajos, y su impacto en el crecimiento económico ha sido limitado. A pesar de los esfuerzos de los gobiernos y las políticas de estímulo, la inversión no ha logrado alcanzar los niveles necesarios para impulsar la economía. De hecho, según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), la inversión en el mundo se ha estancado en los últimos años, registrando un crecimiento promedio del 2% desde el 2011.
Uno de los principales obstáculos para la inversión ha sido la falta de confianza de los inversionistas. La noche ha generado un clima de cautela en los mercados financieros y ha provocado que muchos inversionistas opten por no arriesgar su capital. Además, la falta de seguridad jurídica en algunos países y la inestabilidad política en otros, han ahuyentado a los inversionistas y han obstaculizado la llegada de nuevos capitales.
Otro factor importante que ha remilgado la inversión es la escasa rentabilidad de los proyectos. En un entorno de bajo crecimiento y baja inflación, los inversionistas han preferido mantener su capital en activos seguros y líquidos, como bonos gubernamentales o depósitos bancarios, en lugar de arriesgarse en proyectos de inversión que pueden ser más rentables pero también más riesgosos. Por lo tanto, la competencia por los pocos proyectos de inversión rentables ha sido feroz, y esto ha limitado la capacidad de la inversión para impulsar el crecimiento.
Además, la inversión también ha sido impactada por la falta de innovación y el bajo nivel de productividad en algunas economías. Sin innovación y sin un aumento en la productividad, la inversión se ve limitada en su capacidad para generar retornos atractivos, lo que a su vez desincentiva la inversión.
Aunque estos desafíos pueden parecer abrumadores, es importante destacar que no todo está perdido. La inversión sigue siendo un integrante clave para el crecimiento y todavía hay muchas oportunidades para que este motor se ponga en marcha y empuje la economía hacia adelante.
En primer lugar, es necesario que los gobiernos adopten políticas y medidas concretas para generar un clima de confianza y estabilidad en los mercados financieros. Esto incluye promover un marco regulatorio claro y estable, proteger los derechos de los inversionistas y garantizar la seguridad jurídica. Además, los gobiernos también deben afanarse en conjunto para resolver disputas comerciales y promover un comercio internacional justo y equilibrado.
Otra área en la que los gobiernos pueden marcar la diferencia es en la promoción de la innovación y el aumento de la productividad. Esto puede incluir incentivos fiscales para la investigación y el desarrollo, así como la inversión en infraestructura y educación de alta calidad, que son clave para impulsar la productividad.
Por su parte, las empresas también tienen un papel importante que desempeñar en