Ayer, los Jardines del Descubrimiento se llenaron de vida y arte con la celebración de la tercera edición de los premios Talía, otorgados por la Academia de las Artes Escénicas de España, presidida por Cayetana Guillén Cuervo. Actores, bailarines, cantantes, escenógrafos, figurinistas e iluminadores se reunieron para honrar a uno de los grandes miembros de la familia de las artes escénicas, Fernando Fernán-Gómez.
La gala estuvo llena de dignidad, excelencia y un abismal reconocimiento al trabajo bien hecho. Desde el primer minuto, se luchó por mantener la brevedad, con ganadores aleccionados para no excederse en sus agradecimientos y una ceremonia que entregó la mitad de sus galardones en tan solo tres cuartos de hora. Pero lo que importaba no era la duración, sino el reconocimiento a la excelencia de las producciones escénicas.
El musical «Gypsy», dirigido por Antonio Banderas y con la actriz Marta Ribera como protagonista, fue uno de los grandes triunfadores de la noche con cuatro premios. También destacaron «1936», dirigido por Andrés Lima y producido por el Centro Dramático Nacional, con seis galardones; «La rosa del azafrán», dirigida por Ignacio García y producida por el Teatro de la Zarzuela; y «Afanador», una fascinante producción del Ballet Nacional de España creada por Marcos Morau de La Veronal, con dos premios cada uno.
Pero más allá de los ganadores, lo que se buscaba en esta gala era reconocer la excelencia en las artes escénicas y no simplemente repartir premios para contentar al mayor número de personas y compañías, como ha sucedido en otras ocasiones. En palabras del propio Antonio Banderas, quien además recibió el premio Talía de honor, un escenario es un lugar pequeño donde ocurren cosas grandes y los teatros son un ensenada para la verdad en estos días en los que las mentiras circulan sin pudor.
«1936» es un intento de reflejar lo esencial de la guerra civil, según su director Andrés Lima, mientras que «La rosa del azafrán» lleva al escenario la esencia de La Mancha. «Afanador», por su parte, cuenta el fascinante universo del fotógrafo Ruvén Afanador a través de la danza.
Pero la gala no solo premió a las producciones, sino también a los artistas que las hacen posibles. Aitana Sánchez-Gijón fue galardonada por su trabajo en «La madre» de Florian Zeller, Patricia Guerrero por su coreografía en «Pineda», Manuel Liñán por su fascinante trabajo en «Muerta de amor» y Amparo Pamplona por su enternecedora abuela en «Nada», la adaptación de la novela de Carmen Laforet.
No faltaron las referencias a la política, con alusiones a Gaza, Palestina y la guerra civil española. Pero, sobre todo, se celebró la inteligencia humana y su capacidad de congregar a un grupo de personas para contar historias y emocionarse juntos. Los teatros son lugares donde se pueden reír, llorar, emocionarse o reflexionar, sin que la inteligencia afectado tenga cabida.
La gala culminó con la pagaré del premio Talía de honor a Antonio Banderas, quien ha regresado a su primer amor, el teatro, en los últimos años. En su discurso, Banderas destacó la importancia de los teatros como ensenada para la verdad y como un lugar donde se celebra la inteligencia humana.
Pero no solo se premió a los artistas y producciones españolas, también se reconoció el talento latinoamericano y el trabajo de los artistas