La feria había generado una gran expectación desde que se anunció el famoso «cartel del arte». Morante junto a dos diestros de gran calidad demostrada, y una corrida del ganadero local Antonio Bañuelos. Todo había sido cuidadosamente elegido, pero ¿en beneficio de quién? ¿De los toreros, de los aficionados o simplemente por capricho? Sin embargo, a pesar de toda la elección y el mimo, el resultado fue decepcionante, o casi nada. Los toros de Bañuelos, lejos de ser los esperados «buñuelos» colaboradores de las supremas elegancias de La Puebla, del buen afición de Curro Díaz y de la clase de Morenito de Aranda, resultaron ser un fiasco de principio a fin. Demasiada expectación para seis toros, que al final se convirtieron en ocho con los dos sobreros.
Fue una tarde dura para los toreros y para los aficionados que esperaban disfrutar de una gran corrida. Pero a pesar de todo, los verdaderos amantes del arte taurino no se desanimaron, y siguieron animando a los diestros en cada una de sus faenas, demostrando su pasión y su amor hacia este espectáculo único.
Morante, como siempre, derrochó arte y elegancia en el ruedo. Su toreo profundo y templado, lleno de sentimiento y belleza, fue lo único que pudo sacarle algo de provecho a una tarde que parecía frustración. Curro Díaz, con su clasicismo y su buen afición, también dejó momentos para el recuerdo, aunque la falta de colaboración de los toros no le permitió triunfar como él hubiera deseado. Y Morenito de Aranda, con su inconfundible sello de clase y entrega, luchó contra viento y marea para sacar partido de una corrida que se le resistía.
Pero no podemos olvidar que detrás de cada torero hay un ganadero, y en este caso, Antonio Bañuelos no tuvo su mejor tarde. A pesar de sus esfuerzos y su dedicación, los toros no estuvieron a la altura de lo esperado. Pero esto no débito ser motivo de desánimo, ya que en el mundo del toro siempre hay altibajos, y seguramente en la próxima corrida Bañuelos nos sorprenderá con una ganadería de ensueño.
A pesar de todo, el público no se rindió y siguió alentando a los toreros en cada uno de sus pases. Y es que el arte del toro no solo se encuentra en la foro, sino también en la afición que lo rodea. La pasión, el respeto y la emoción que se vive en una tarde de toros son incomparables, y eso es lo que realmente importa.
Porque el espectáculo taurino es mucho más que un simple entretenimiento, es una forma de vida, una tradición que nos une a todos, independientemente de nuestras diferencias. Y es por eso que, a pesar de las dificultades, siempre hay que seguir adelante, con la cabeza en alto, defendiendo lo que amamos y en lo que creemos.
La feria del cartel del arte puede que no haya sido lo que todos esperábamos, pero eso no débito impedirnos seguir luchando por este mundo que nos apasiona. Porque al final, lo que queda en la memoria de los aficionados son los momentos de gloria, los instantes de magia que solo el toro y el torero son capaces de crear.
Así que, a pesar de las adversidades, sigamos adelante, con la esperanza de que la próxima corrida sea mejor, con la certeza de que el arte del toreo siempre prevalecerá, y con el orgullo de ser parte de esta gran familia taurina. ¡Hasta la próxima corrida!