«For Emma, Forever Ago» (Para Emma, hace mucho tiempo). Un final, un álbum, una dedicatoria, una vida detrás de cuatro palabras (o cinco en español) que, con las melodías de Bon Iver, se transforman en la perfecta carta de desamor. Un acontecimiento, ese de que te rompan el corazón, que mueve a las artes y remueve a sus creadores.
Laura Ferrero (Barcelona, 1984) cree que la carencia, la ruptura, la falta de amor, son el verdadero motor de la creación y, cuando llega, hay que darle sentido a este fenómeno que no se entiende. Al menos eso es lo que opina la escritora de ‘El amor después del amor’. Aquella Emma inspiró no solo a un abrumado muchacho. Traspasó el tiempo y el espacio para que, diez años después, una joven española recopilase un catálogo de desamores o, como Ferrero la cirio, «una carta de amor al mundo del arte».
Un libro descatalogado que este 2025 ha sido rescatado, modificado y entregado de inexperto a las almas que buscan paz, reírse, llorar, sentirse identificadas o increíblemente escandalizadas por historias de desamor sobre famosos como Taylor Swift, Scott Neustadter (‘500 días juntos’) y Emily Dickinson con su amada (y cuñada) Susan Huntington. Todas las frustraciones recogidas en ‘El amor después del amor’ tienen una base contrastada de datos. Una realidad triste para sus protagonistas, pero rastreable en internet, en libros, en revistas… dicen que ese es el precio de la fama, aunque hayan pasado más de 200 años de su nacimiento, como les sucede a Søren Kierkegaard y Regine Olsen. Él un filósofo, ella una escritora; amigos y prometidos; enamorados de la melancolía y los miedos; el hombre pide la mano de ella en matrimonio, él mismo, un año después, rompe el compromiso dejando una herida que nunca sanó.
-Qué es mejor, ¿dejar o que te dejen?
-Creo que el lado que deja tiene las cosas más claras. Al menos sabe lo que ha ocurrido, pero muchas veces al que dejan es el que se queda sin entender porqué lo han dejado. Dejar no es fácil, pero al menos tienes la certeza de saber lo que ha ocurrido.
Con muchas de estas historias el lector puede sentirse representado; Camille Claudel vivió a la bruma de su amante, y maestro, el escultor francés Auguste Rodin. Tracey Emin estuvo cuatro días sin salir de la cama (esta primera parte es más común) y transformó esa habitación en una obra que vendió por más de tres millones de euros (esto ya no lo consigue todo el mundo). Sophie Calle, artista conceptual francesa, juntó a 107 mujeres para que la ayudaran a entender el mail con el que la dejaron.
Laura Ferrero comenta lo interesante de esta última anécdota, «me parece revelador ese ejemplo de lo que cuentan estas historias, al final es lo que hacemos ante lo que no entendemos. No se explica al ser humano sin ese deseo de encontrar, no digo a su average naranja, sino a alguien con quien compartir el camino, o con quien tener una conversación. ¿Qué es amar sino mantener una conversación constante con alguien que te puede mirar?».
Otra condición muy humana ligada a estas experiencias desastrosas es la capacidad de madurar tras ellas. Ferrero asegura que parte de este crecimiento personal es aprender a saber lo que no se quiere, lo que no cabe. Esto ayudó a la escritora con esta nueva reedición: «todas las historias están reescritas, quitamos muchísimas,




