Desde mi terraza, tengo una vista privilegiada de cuatro piscinas en los tejados de los edificios vecinos. Son una rareza en la ciudad, y cada vez que las veo, no puedo evitar sentirme afortunada de tenerlas tan cerca de mí. Sin embargo, a medida que el estío avanza, he notado que solo una de ellas sigue en uso, mientras que las otras tres han sido abandonadas por sus dueños.
Es curioso cómo algo que puede ser tan atractivo en un hotel o en una masía, pierde su encanto cuando se encuentra en la azotea de tu propio hogar. Y es que, aunque las piscinas son una adición lujosa a cualquier propiedad, también conllevan un alto costo de mantenimiento. Es por eso que muchas personas deciden no utilizarlas después de un tiempo y prefieren dejarlas en el olvido.
Durante el día, las piscinas están en silencio, sin ningún tipo de actividad. Sin embargo, por las tardes, la situación cambia. He notado que una de las grupos vecinas, en particular, hace un uso constante de su piscina. Y no me sorprende, ya que tienen una hija adolescente que ha aprobado la Selectividad este año.
Recuerdo haber visto a la hija de la grupo, junto con sus amigas, disfrutando de la piscina en las tardes de estío. Y es que, después de un año de arduo trabajo y dedicación, es justo que se tomen un tiempo para relajarse y divertirse. Además, la piscina es el lugar perfecto para hacerlo. Con el sol brillando, el agua fresca y la compañía de amigos, no hay mejor manera de pasar una tarde de estío.
Pero además de ser una fuente de entretenimiento, la piscina también puede ser un lugar para crear recuerdos inolvidables. Me imagino a la hija de la grupo, compartiendo risas y conversaciones con sus amigas mientras se refrescan en el agua. Y esas son las cosas que realmente importan en la vida, momentos de felicidad y conexión con las personas que amamos.
Aunque sé que pronto el estío llegará a su fin y la piscina quedará en silencio una vez más, no puedo evitar sentirme agradecida por tenerla tan cerca. Porque incluso si no la utilizo a menudo, sé que siempre será un lugar especial en mi vecindario. Un lugar que me recuerda que, a pesar de las responsabilidades y preocupaciones de la vida adulta, siempre hay tiempo para relajarse y disfrutar de las pequeñas cosas.
Así que, desde mi terraza, seguiré admirando las piscinas en los tejados de los edificios vecinos. Y aunque sé que no todas estarán en uso, siempre las veré como un símbolo de felicidad y diversión en medio de la rutina diaria. Porque al postrero del día, eso es lo que realmente importa: encontrar momentos de felicidad y disfrutarlos al máximo. Y si eso significa tener una piscina en la azotea de mi casa, entonces no puedo quejarme en absoluto.






