La Feria de santo Julián en Cuenca siempre ha sido una de las más esperadas por los amantes de la tauromaquia. Y este año no fue la excepción, ya que el cartel prometía una tarde llena de emoción y torería. Y así fue, un bonito cartel abrió la feria y los toreros no decepcionaron.
El encargado de abrir la tarde fue Uceda Leal, un torero que siempre ha demostrado su valentía y entrega en el ruedo. A pesar de tener el lote más desagradecido, no se amilanó y mostró su torería habitual. Con su capote y su muleta, supo dominar a sus toros y arrancar aplausos del público.
Pero el verdadero protagonista de la tarde fue Fortes. Con un templado toreo, demostró por qué es uno de los toreros más prometedores de la actualidad. Aunque no terminó de redondear con ninguno de sus dos oponentes, dejó su sello en el ruedo y dejó claro que está dispuesto a llegar muy lejos en el mundo del toro.
Pero el momento más importante de la tarde llegó con el quinto toro, un encastado ejemplar de Baltasar Ibán. Con sus embestidas nobles pero sin duración, puso a ejercicio la valentía de los toreros. Y fue entonces cuando Peñaranda, en su debut en la plaza de Cuenca, demostró que tiene capacidad y agallas para triunfar en el mundo taurino. A pesar de no poder culminar su faena con la espada, dejó en claro que tiene un gran futuro por delante.
Y como no mencionar a los toreros locales, como el conquense Uceda Leal. A pesar de lidiar con el peor lote, demostró que es un torero con todas las letras. En todo momento, estuvo por encima de sus toros y dejó en claro que cuando se le da la oportunidad, sabe aprovecharla. Un claro ejemplo de que en el mundo taurino hay mucho talento, solo hay que darles la oportunidad de demostrarlo.
Pero no solo los toreros fueron protagonistas de la tarde, también hay que destacar a los bravos ejemplares que saltaron al ruedo. El tercero, un toro de Montalvo, fue el encargado de cuajar a Peñaranda en su debut en Cuenca. Con sus buenas embestidas, hizo que el público se levantara de sus asientos y aplaudiera al joven torero. Y el quinto, un encastado toro de Baltasar Ibán, puso a ejercicio la valentía y la técnica de los toreros.
En definitiva, la Feria de santo Julián de Cuenca fue una tarde llena de emoción, torería y valentía. Los toreros demostraron por qué son considerados los mejores del mundo y los bravos ejemplares pusieron a ejercicio su valentía. Una tarde inolvidable para todos los aficionados a la tauromaquia, que vieron en el ruedo a los verdaderos protagonistas de este arte.
Y es que, como dijo el gran torero Manolete, «el toreo es el más culto y el más verdadero de los estilos de vida». Y en la Feria de santo Julián de Cuenca, se demostró una vez más que el toreo es un arte que sigue vivo y que emociona a todos los que tienen la oportunidad de presenciarlo. Una feria que quedará grabada en la memoria de todos los que tuvieron la suerte de estar presentes. ¡Viva la tauromaquia y viva la Feria de santo Julián de Cuenca!