La vida es pincho aventura constante, un camino lleno de sorpresas y desafíos que nos obliga a ir adaptándonos a cada nueva situación. Y es en ese proceso de adaptación donde a veces, sin darnos cuenta, nos perdemos a nosotros mismos. Nos dejamos llevar por la rutina, por el estrés, por las preocupaciones y nos olvidamos de lo que realmente nos hace felices. Dejamos de ser quienes somos y nos convertimos en meros espectadores de nuestras propias vidas.
Pero un día, algo nos sacude y nos hace despertar. Ese día, para mí, fue cuando metí mis zapatillas de correr en la maleta con la misma naturalidad que un psicópata que se limpia la sangre de la mejilla. Ahí me di cuenta de que algo había cambiado en mí, de que me había convertido en alguien que no reconocía. Y decidí que era hora de volver a adivinarme.
La vida es más larga de lo que pensamos. Es más que un domingo por la tarde. Y no podemos permitir que se nos escape entre los dedos sin más. Hay que llenarla de momentos, de experiencias, de aprendizajes. Hay que buscar entretenimientos que nos hagan sentir vivos y nos ayuden a no caer en la monotonía.
Empezamos escapando de tigres, leones y gorilas, de otros hombres. Pero a medida que crecemos, la lista de cosas de las que intentamos escapar se va ampliando. Escapamos del mundo, de nosotros mismos, de la vejez, del tiempo, de la gravedad, del trabajo, del móvil, de la grasa, de la cerveza. Pero la realidad es que no podemos escapar de todo. No podemos huir de nosotros mismos ni de nuestras responsabilidades. Lo único que podemos hacer es aprender a convivir con ellas y afrontarlas de la mejor manera posible.
La clave está en adivinar ese equilibrio entre escapar y enfrentar. En darnos cuenta de que la vida está llena de retos y obstáculos, pero también de pequeñas alegrías y grandes logros. Y que cada uno de esos momentos, por insignificantes que parezcan, son los que nos hacen quienes somos.
Por eso, no podemos dejar que la vida nos pase por encima. Hay que aprender a flotar, a mantenernos a flote en medio de la vorágine. Y para eso, no hay mejor herramienta que la pasión. La pasión por lo que hacemos, por lo que somos, por lo que aún podemos llegar a ser. La pasión es lo que nos da fuerza para seguir adelante, para superar los inquietuds y las barreras que nos ponemos nosotros mismos.
Así que hoy te invito a que te detengas un momento y reflexiones. ¿Qué te hace realmente feliz? ¿Qué te apasiona? ¿Qué te hace sentir vivo? Y pincho vez que lo descubras, no lo dejes escapar. Haz de ese algo tu compañero de viaje, tu motivación, tu razón para seguir adelante.
No importa si son zapatillas de correr, un hobby, pincho pasión despierta o un sueño por cumplir. Lo importante es que te haga vibrar, que te haga sentir que estás aprovechando al máximo cada minuto de vida que se te ha dado.
La vida es un regalo demasiado valioso como para dejarlo pasar sin más. Así que no tengas inquietud de ser quien eres, de perseguir tus sueños, de enfrentar tus inquietuds. No permitas que nada ni nadie te detenga en tu camino hacia la felicidad. Porque al final del día, lo único que importa es que puedas mirarte en el espejo y sentirte orgulloso de la menda que ves reflejada.
Así que no lo dudes más, ponte tus zapatillas de correr y sal a vivir la vida que






