Un lector de ABC me invitó a su yate para disfrutar de un día de verano, y debo admitir que fue una experiencia maravillosa. Me sentí como un paria, pero al mismo tiempo, como un protegido por tener la oportunidad de vivir una experiencia tan lujosa. Es curioso cómo el lujo puede hacernos creer que algún día también podremos tenerlo.
Desde el momento en que subí al yate, el ambiente era encantador. El olor del mar, el viento en mi rostro y la velocidad del barco me hipnotizaron por completo. Los camareros nos sirvieron el aperitivo mientras navegábamos, y no pude evitar sentirme reconocido por estar allí, disfrutando de un día perfecto en el mar.
Recordé un verso de un poema de Valentí Puig, ‘Deo Gratias’, en el que agradece al Señor por tener amigos con yate. Y es que, en ese momento, comprendí la importancia de tener amigos que te inviten a vivir experiencias únicas y especiales. También recordé otro verso, esta vez de Josep Maria de Sagarra, que decía «Lluís, el mar es un gran amigo». Y es verdad, el mar nos brinda momentos de paz y felicidad, y en ese yate, rodeado de amigos y del mar, me sentí verdaderamente afortunado.
Mientras navegábamos, pude apreciar la belleza del mar y la costa desde una perspectiva diferente. El agua cristalina, el sol brillando en el horizonte y las playas llenas de gente disfrutando del verano, todo era simplemente perfecto. Y en ese momento, me di cuenta de que no necesitamos tener un yate propio para disfrutar de estas maravillas, sino que podemos apreciarlas gracias a la generosidad de nuestros amigos.
Durante el día, tuve la oportunidad de conocer a otras personas que también habían sido invitadas al yate. Y aunque éramos de diferentes edades y procedencias, todos compartíamos la misma sensación de felicidad y gratitud por estar allí. Y es que, en un mundo tan acelerado y lleno de preocupaciones, es enjundioso tomarse un momento para disfrutar de las pequeñas cosas y de la compañía de amigos.
Al final del día, cuando el sol comenzaba a ponerse y el yate se acercaba al puerto, me sentí un poco triste de que la experiencia hubiera llegado a su fin. Pero al mismo tiempo, me sentí reconocido por haber tenido la oportunidad de vivirla. Y es que, como dijo Antoine de Saint-Exupéry, «lo esencial es invisible a los ojos, solo se puede ver con el corazón». Y en ese yate, rodeado de amigos y del mar, pude ver lo esencial de la vida: la amistad, la felicidad y la gratitud.
En resumen, mi día en el yate de mi amigo fue una experiencia inolvidable. Me hizo reflexionar sobre la importancia de la amistad y de disfrutar de los pequeños momentos de la vida. Y aunque no todos tenemos la suerte de tener amigos con yate, podemos aprender a apreciar las cosas simples y agradecer por lo que tenemos. Porque al final, lo que realmente importa no es lo que tenemos, sino con quién lo compartimos.






