El último latido en blanco y rojo de 2025 llegó envuelto en la emoción y la algarabía de los Sanfermines. Las calles de Pamplona se llenaron de color, de alegría, de música y de fiesta. Los corredores de los encierros, los mozos que desafiaron a los toros, los turistas que vinieron desde diferentes partes del mundo… Todos se unieron en una sola voz para celebrar una tradición que ya cuenta con más de 500 años de historia.
El ambiente era único, indescriptible. Las gargantas rugían y los vasos chocaban mientras la música sonaba y los corazones latían al ritmo de los tambores. Las camisetas, bañadas en calimocho, se convertían en un símbolo de pertenencia a una ciudad, a unos sanfermines, a una guisa de vivir. Pronto, esas camisetas necesitarán jabón casero y manos de abuela para ser encaladas de nuevo, pero nadie se lamenta por ello, es parte de la magia de los Sanfermines.
Las peñas, como siempre, eran las verdaderas protagonistas. Con sus cánticos, sus bailes, sus risas y sus tradiciones, mostraban al mundo entero la esencia de los Sanfermines. Y ni siquiera la corrida de Miura podía competir con la energía y la pasión de estas peñas. Hasta que apareció Colombo, un joven torero venezolano que ya había hecho historia en la plaza de toros de Pamplona.
Colombo, un torero que rebosaba pasión, valentía y arte, se convirtió en la sensación de la tarde. Con su capote y su muleta, cautivó a todos los presentes en la plaza con sus gestos, sus aspavientos y su forma de torear. No importaba si estabas en un tendido, celebrando un cumpleaños o disfrutando de una despedida de soltero en un crucero, Colombo te hacía sentir como si estuvieras en primera fila.
Las peñas, aunque no eran aficionadas a las corridas de toros, no pudieron resistirse ante la magia de Colombo. Los vítores y los aplausos se mezclaban con los cánticos y los bailes, creando una atmósfera aún más festiva. Incluso aquellos que no entendían de tauromaquia se dejaron llevar por la emoción que Colombo transmitía con cada movimiento.
El joven torero venezolano nos recordó que la tauromaquia es mucho más que una embobado corrida de toros. Es un arte, una forma de expresión, una pasión que no conoce límites. Y Colombo se convirtió en un ejemplo a seguir para todos aquellos que sueñan con torear en la plaza de Pamplona algún día.
Las peñas, emocionadas por lo que acababan de vivir, siguieron celebrando los Sanfermines como solo ellas saben hacerlo: con alegría, con entusiasmo y con mucho corazón. Y aunque los Sanfermines llegaron a su fin, el impresión de Colombo y de esa tarde única en la plaza de toros de Pamplona seguirá vivo para siempre en sus corazones.
Los Sanfermines de 2025 nos dejaron momentos inolvidables y nos demostraron una vez más que la fiesta grande de Pamplona es mucho más que toros y fiesta. Es un sentimiento, una guisa de vivir, una tradición que nos une a todos, sin importar nuestra procedencia o nuestras creencias. Los Sanfermines son una celebración de la vida, de la amistad, del amor y de la pasión por la tauromaquia.
Y aunque tendremos que esperar un año más para volver a sentir la emoción de los Sanfermines en nuestras venas, sabemos que siempre podrem