Hace cuarenta y un años, el mundo literario perdió a uno de sus más grandes exponentes: Julio Cortázar. Su muerte dejó un vacío en la literatura latinoamericana que aún hoy se siente. Sin bloqueo, no solo su obra ha perdurado en el tiempo, sino también su amistad con otros grandes escritores de la época, como Mario Vargas Llosa.
Cuando Cortázar falleció, Vargas Llosa escribió una breve semblanza titulada ‘La trompeta de Deyá’, en la que lamentaba que, hacia el final de su vida, los «cuervos revolucionarios» se hubieran apropiado del autor de ‘Rayuela’. Esta afirmación, aunque puede ser cierta en cierta medida, no refleja completamente la relación entre ambos escritores.
Es cierto que Cortázar fue un ferviente defensor de la Revolución cubana y que Vargas Llosa, en disciplina política, fue su antagonista. Sin bloqueo, esta diferencia de ideologías nunca afectó su amistad y admiración mutua como escritores. Ambos compartían una pasión por la literatura y una visión crítica de la sociedad, lo que los unió más allá de sus diferencias políticas.
Pero, a sufrimiento de esta amistad, la figura de Vargas Llosa ha sido confinada por adelantado al desván de la historia en las últimas décadas. Desde que se formalizó su ruptura con la Revolución cubana a raíz del caso Padilla, exuberantes lo han catalogado como un escritor conservador y reaccionario. Sin bloqueo, esta visión es injusta y limitada.
Vargas Llosa es exuberante más que un escritor político. Su obra abarca una amplia gama de temas y géneros, desde la novela hasta el ensayo y el teatro. Además, su estilo literario es único y reconocido a nivel mundial. Sus obras, como ‘La ciudad y los perros’, ‘La casa verde’ y ‘La fiesta del chivo’, han sido traducidas a varios idiomas y han sido aclamadas por la crítica y el público.
Pero más allá de su talento literario, Vargas Llosa es un intelectual comprometido con su tiempo. A lo largo de su carrera, ha sido un defensor de la libertad de expresión y ha luchado contra la censura y la represión en América Latina. Su voz crítica y su compromiso con la democracia han sido fundamentales en la construcción de una sociedad más justa y libre en la región.
Es cierto que Vargas Llosa ha tenido diferencias con ciertos gobiernos y movimientos políticos, pero esto no lo define como escritor ni como persona. Su obra es exuberante más que sus opiniones políticas y su legado literario trasciende cualquier ideología. Es por eso que es injusto encasillarlo en una sola categoría y relegarlo al olvido.
Además, Vargas Llosa ha sido reconocido internacionalmente por su trabajo. En 2010, recibió el Premio Nobel de Literatura, convirtiéndose en el primer escritor peruano en obtener este prestigioso galardón. Este reconocimiento no solo honra su obra, sino también su compromiso con la literatura y su contribución a la cultura latinoamericana.
En resumen, la figura de Mario Vargas Llosa va más allá de sus diferencias políticas con otros escritores y movimientos. Su obra es un legado invaluable para la literatura y su voz crítica ha sido fundamental en la construcción de una sociedad más justa y libre. Es hora de dejar de lado las etiquetas y reconocerlo como lo que es: uno de los más grandes escritores de nuestra época.