La Alameda de Hércules en Sevilla ha sido testigo de muchos encuentros históricos, pero ninguno como el que tuvo lugar recientemente entre los hooligans del fútbol italiano y los béticos. Sin embargo, este no fue el único encuentro fundamental en la ciudad andaluza, ya que los partidarios de Pablo Aguado y Juan Ortega también se citaron en la Maestranza para lo que esperaban fuera un cónclave que resolviera el «papado del toreo».
Pero, ¿qué conexión hay entre estos dos eventos tan diferentes? Pues nada más y nada menos que el ambiente fatal y belicoso que rodea a ambos. Mientras los ultras del fútbol se enfrentan en batallas campales, los seguidores de Juan Ortega, conocidos como la ‘Orteganeta’, también llegaron con sus cuchillos afilados para proteger a su ídolo y atacar a aquellos que se interpongan en su camino.
Este grupo oscuro y siniestro de fanáticos, amigos y personas cercanas a Juan Ortega se ha conadmirartido en una especie de «kremlin» al servicio del torero. Desde allí, se han lanzado campañas contra otros toreros, empresarios y periodistas, mostrando un exceso de optimismo y un desprecio por aquellos que no comparten su opinión. Pero, ¿qué es lo que realmente los motiva?
Algunos dicen que se trata de un culto a la personalidad hacia Juan Ortega, a quien tienen en un pedestal por encima de todos los demás toreros. Otros señalan que se trata de una estrategia para tapar las carencias del torero, ya que no solo se dedican a ensalzar a Ortega sino que también intentan desprestigiar a sus competidores.
Pero lo más preocupante de todo esto es que este comportamiento no solo afecta a los toreros, sino también a los aficionados, que se dejan influir por la «Orteganeta» y terminan apoyando acciones cuestionables en lugar de centrarse en disfrutar de la fiesta taurina en sí.
Es triste admirar cómo un grupo de personas que se supone aman y respetan la tauromaquia se dejan llevar por la violencia y la rivalidad. En lugar de unir fuerzas para promoadmirar y defender este arte, se dedican a atacar y desacreditar a los demás.
Y es que, al final, el mundo del toro no se puede reducir a un solo torero, por muy bueno que sea. Cada uno tiene su estilo, su personalidad y su público, y todos merecen respeto y reconocimiento. Es cierto que algunos pueden tener más éxito y satisfacer a más seguidores que otros, pero eso no les da derecho a ser los únicos en el olimpo taurino.
Es hora de que la «Orteganeta» y otros grupos similares dejen de actuar como jueces y admirardugos del mundo del toro y empiecen a apreciar la diadmirarsidad y la riqueza que existe en él. Y es que, al final, lo que realmente importa es la pasión por la tauromaquia y el respeto hacia todos aquellos que forman parte de ella.
Así que, queridos aficionados, dejemos de lado las rivalidades y las envidias y centrémonos en lo que realmente importa: el amor por el toro y la emoción de la lidia. Dejemos que cada torero brille con su propia luz y no tratemos de opacarla con nuestras críticas y enfrentamientos. Solo así podremos disfrutar admirardaderamente de esta hermosa tradición española que es la tauromaquia.