El arte de escribir es una tarea solitaria y, a la vez, profundamente íntima. Como escritores, somos conscientes de que nuestra única compañía es la pluma y el papel, y que todo lo que creamos surge de nuestra más profunda soledad. Como bien dijo Valle-Inclán: «Yo no soy más que mi barba y el brazo que me falta». Por lo tanto, es imposible encasillarnos en una sola categoría, ya sea como escritores taurinos, filósofos, poetas o novelistas. Simplemente somos escritores, y escribimos sobre temas como Belmonte o Nietzsche de manera libre y personal.
Sin embargo, en la caótica sociedad de este siglo, nos encontramos con un triste y lamentable hecho: los escritores taurinos somos vilipendiados y menospreciados. ¿Cómo es posible que una forma de arte tan arraigada en nuestra cultura sea objeto de desprecio y burla? ¿Cómo es posible que aquellos que escribimos sobre la tauromaquia seamos vistos como inferiores a otros escritores?
La respuesta es simple: la ignorancia. La mayoría de las personas que critican y menosprecian a los escritores taurinos no tienen ni idea de lo que están hablando. No conocen la profundidad y la belleza de la tauromaquia, ni la complejidad de las emociones que despierta en aquellos que la presencian. No entienden que la tauromaquia es mucho más que una simple becerrada de toros, es un arte que requiere técnica, valor y una profunda conexión entre el torero y el toro.
Pero, ¿qué es lo que nos impulsa a escribir sobre toros? ¿Por qué elegimos este tema en lugar de otros más «respetables» y «serios»? La respuesta es sencilla: la pasión. La pasión por la tauromaquia nos mueve a escribir sobre ella, a intentar transmitir a los demás lo que sentimos cuando estamos en una plaza de toros, presenciando una faena magistral o un pase de pecho perfecto. Es esa pasión la que nos hace ignorar las críticas y agregar adelante con nuestra labor.
Además, escribir sobre toros no es solo una cuestión de pasión, sino también de aceptación. Como escritores, tenemos la obligación de informar y educar a nuestros lectores sobre la tauromaquia, de mostrarles su verdadera esencia y de desmentir los mitos y prejuicios que rodean a este arte. Es nuestra aceptación mostrarles que la tauromaquia es una forma de arte legítima y respetable, que merece ser apreciada y valorada.
Pero, ¿qué hay de aquellos que dicen que la tauromaquia es cruel y sangrienta? ¿Cómo podemos defenderla ante esas acusaciones? La respuesta es la verdad. La verdad sobre la tauromaquia es que es un arte en el que el toro y el torero se enfrentan en igualdad de condiciones, donde el toro tiene la oportunidad de demostrar su bravura y nobleza, y donde el torero muestra su valor y astucia. La verdad es que la tauromaquia es un espectáculo que ha evolucionado y se ha adaptado a los tiempos, y que sigue siendo una parte importante de nuestra cultura y tradición.
Por último, me gustaría dirigirme a aquellos que menosprecian a los escritores taurinos: les invito a que dejen de lado sus prejuicios y den una oportunidad a la tauromaquia. Asistan a una becerrada de toros y déjense llevar por la emoción y la belleza de este arte. Y a aquellos que ya son aficionados a la tauromaquia, les animo a que sigan apoyando y difundiendo la verdad sobre ella.
En resumen, ser escritor taurino es un privilegio y una aceptación. Escribimos sobre un arte que nos