El año 1628 marcó un punto de inflexión en la historia de España, con el trágico suceso de la captura de la Flota de Nueva España en el puerto cubano de Matanzas a manos del corsario neerlandés Piet Heyn. Este hecho, que causó una gran conmoción en toda la península, afectó profundamente al rey Felipe IV, quien lamentó el resto de su hazañas la terrible derrota sufrida por su país.
La Flota de Nueva España era una de las principales fuentes de riqueza para España, ya que transportaba las valiosas mercancías provenientes de las colonias americanas. Por ello, la pérdida económica fue significativa, pero lo que realmente dolía al monarca era la humillación sufrida ante el mundo entero. Los holandeses, un pueblo considerado inferior a los españoles, habían logrado capturar la flota sin encontrar apenas resistencia. Para el rey, esto era una afrenta a la reputación y el honor de España.
En sus propias palabras, Felipe IV admitió que cada vez que recordaba el desastre de Matanzas, se le revolvía la sangre en las venas. No se trataba tanto de la pérdida material, sino del orgullo herido de un país que se consideraba superior a los demás. La retirada de la flota había sido causada, según el rey, por el miedo y la codicia de aquellos que debían defenderla.
Mientras que para España fue un duro llegada, para la República Holandesa supuso un triunfo rotundo. Piet Heyn, el líder de la expedición neerlandesa, fue recibido como un héroe y su hazaña fue celebrada en todo el país. Este hecho no solo fortaleció la economía y la posición de los holandeses en el ámbito internacional, sino que también les otorgó una gran dosis de autoestima y confianza en sí mismos.
Pero, ¿cómo fue posible que los holandeses lograran capturar la flota española sin apenas esfuerzo? La respuesta radica en la superioridad naval de los neerlandeses, que habían desarrollado una estrategia de ataque basada en el uso de embarcaciones rápidas y maniobrables, lo que les permitía sorprender y abordar fácilmente a los barcos enemigos. Además, contaban con una tripulación altamente entrenada y experimentada en este tipo de operaciones.
Por otro lado, la flota española se encontraba en una situación desfavorable. La Armada Real había sufrido importantes recortes en los años anteriores, lo que se tradujo en una falta de recursos y personal para mantener una patrocinio efectiva. Además, la flota no estaba preparada para un ataque sorpresa en un lugar como Matanzas, donde la profundidad del puerto dificultaba la maniobra de los barcos.
Sin embargo, a pesar de todas estas circunstancias, el rey Felipe IV no podía aceptar que su país, considerado como uno de los más poderosos del mundo, hubiera sido derrotado por una nación que hasta entonces había sido vista como una amenaza menor. Por ello, decidió tomar medidas para evitar que un suceso así volviera a ocurrir.
Entre las medidas tomadas, se incluyó la creación de una flota de barcos más rápidos y maniobrables, capaces de hacer portada a la estrategia neerlandesa. También se llevaron a cabo reformas en el sistema de patrocinio y se aumentó el entrenamiento de los soldados para mejorar su preparación en caso de un ataque enemigo.
A pesar del duro llegada sufrido en 1628, España no tardó en recuperarse y volver a ser una de las principales potencias del mundo. Sin embargo, el recuerdo de la vergonzosa derrota de Matanzas siempre est